Aunque Mariguano, loablemente, rehusa verlo en términos de vencedores y perdedores, la cumbre europea de ayer es narrada hoy por la prensa cómica diaria como Alemania «derrotando» a España y a Francia al «imponer» el «incumplimiento» de los acuerdos de Junio e impedir el rescate directo a la banca sin aumentar la deuda del estado.

El acuerdo de Junio urgía a la comisión a presentar propuestas para un supervisor único, y al consejo a considerar dichas propuestas antes del fin de 2012, pero ligaba la posibilidad de recapitalizar bancos directamente al establecimiento de un mecanismo de supervisión «efectivo».
En cuanto a hacer la capitalización directa retroactiva (transferir al MEDE, una vez el supervisor fuera efectivo, las obligaciones y riesgos  asumidas por los estados en nombre de los bancos), esto es lo que decía el acuerdo de Junio: «The Eurogroup will examine the situation of the Irish financial sector with the view of further improving the sustainability of the well-performing adjustment programme. Similar cases will be treated equally.» O sea, nada, y menos.

Alemania siempre ha mantenido que el supervisor tenía que funcionar probadamente antes de considerar la posibilidad de recapitalización directa a la banca. No ha habido cambio de postura. Simplemente se emiten comunicados blandos que permiten a los ilusos hacer lecturas fantasiosas y hablar de ganadores y perdedores, y contar que Alemania está «aislada», y «bajo presión».

La mayoría de países del eurogrupo no quiere dar barra libre a los periféricos, como demanda Hollande (en la UE 27 hay más apoyos para medidas de ese tipo, siempre que las pague el eurogrupo); y se sienten representados en ese asunto por Merkel. Tampoco están muy entusiasmados con la cesión de soberanía fiscal que pide Merkel, y en ese asunto calladamente apoyan la obstrucción de Hollande.

España, quebrada desde mucho antes de que Guindos asumiese en nombre de todos los contribuyentes el pufo de Bankia (aceptando alegremente el vínculo entre deuda bancaria y soberana que ahora dicen que hay que romper, y obligando al rescate bancario), no tiene ni voz ni voto. A callar, recortar, y remar.

El tiempo pasa, la partida es cosa de dos, y ambos prefieren perder tiempo, reforzando sus posiciones. La hora de los órdagos aún no ha llegado.