Nuestro faro y guía, una vez más, es Hellas. No al dedillo, ya que hay factores diferenciales importantes, pero sí en lineas generales.

Como en Grecia, se llegará pronto al descrédito casi total de la política. El gobierno, al verse forzado a recortar en areas sensibles, perderá el apoyo de la gran mayoría de su base clientelar (la paracasta). Las próximas elecciones (en 2013 o 14), por tanto, se plantearán entre los partidos tradicionales y los partidarios de hacer un simpa en la deuda pública, más o menos negociado. Ganará el PPSOE, pero sin mayoría clara para ninguna de sus dos ramas, con lo que tendremos finalmente nuestra gran coalición; la cual seguirá implementando la misma política, consistente en intentar estabilizar la deuda pública a toda costa (con el objeto único de posponer el inevitable simpa todo lo posible).

Ahí es donde están en Grecia en este momento. Los siguientes pasos del viacrucis helénico van hacia el crecimiento aún mayor de los extremos (Syriza/Amanecer dorado), y el vaciamiento del centro, ocupado por el cadaver en descomposición de los partidos tradicionales. Según la cantidad de ex-votantes tradicionales que se decanten de un lado u otro, habrá una resolución clara y rápida de la situación, o un enquistamiento del conflicto civil, mientras el país, fuera ya del euro, desciende al nivel de Albania. Será interesante ver a quien decide dar su apoyo (como mal menor) la «comunidad internacional».

¿Hasta que punto seguirá España los tristes pasos de Grecia? Hay dos diferencias esenciales: el rasgo diferencial español por antonomasia (el estado de las autonomías, con sus peculiaridades financieras y administrativas que afectan a la implementación -o no- de decisiones, y su potencial disgregador y distractor); y el tamaño (que causa muchos más problemas a Europa y restringe el rango de opciones posibles).

El nacionalismo añade complejidad: en vez de un criterio para definir las posiciones (por entendernos, la «izquierda» y «derecha» tradicionales, definidas por su respeto hacia la propiedad privada, y actualizadas con factores modernos como la actitud hacia la inmigración), se añade otro criterio, el identitario (sentirse español o no). En vez de dos posiciones (y grados intermedios), hay 4 cuadrantes, con más variedad. En estos escenarios los partidos tradicionales (como está demostrando el showman de CDC en Catalunya) no están tan fuera de juego, y el potencial para alianzas y traiciones -y por tanto la dificultad para ejecutar políticas económicas- es mucho mayor.

En España, a pesar del desprestigio político, una gran parte de la población cree en el «consenso», y se resiste a ubicarse en los extremos. El 15M apeló intuitivamente a esa resistencia, con aquel manifiesto que decía «no somos de izquierdas ni de derechas, solo ciudadanos…», que (estoy convencido) explica gran parte de su éxito de convocatoria. Pero para llevar ese deseo a alguna parte, en el sistema parlamentario actual, solo hay dos maneras: la revolución masiva y violenta en las calles, u ofrecer una forma de hacerse oir en el parlamento.

En Julio del año pasado sugerí la creación no de un partido, sino de una plataforma con un programa de un único punto (demandar la apertura de un proceso constituyente, y abstenerse en todo otro asunto), abierta a cualquier grupo que aceptara su programa y condiciones (esencialmente, transparencia absoluta y ausencia de políticos profesionales).

Esta plataforma acabaría siendo vista como la mejor opción de cambio de sistema, a medida que se viera que la acción social o en la calle puede lograr cosas, pero no ofrece posibilidades de cambio político. El rechazo de DRY y otros grupos a «contaminarse» con la política es solo explicable porque no se creen capaces de formular un programa lo bastante simple y claro o unas estructuras lo bastante transparentes (incluyendo quizá dedicación solo parcial, rotación de portavoces y candidatos, designación de candidatos por sorteo…) para alejar la sospecha de corrupción o asimilación, o porque no están de acuerdo con cambiar el sistema a no ser que sea «su» cambio (su paquete completo de propuestas).

Queda poco tiempo (tres o cuatro años como máximo) para que se produzca la división del euro en Sud y Nord. Hasta entonces las cosas no van a dejar de empeorar. Cada vez habrá más frustración, violencia y tensión. Una plataforma negociada entre las diversas facciones del 15M/25S ofrecería una manera de votar (la otra alternativa es la abstención masiva propugnada por los trevijanistas, que no ha cuajado en 30 años, y no supo negociar o vender la idea a las facciones del 15M, quizá por que la mera idea de abstención masiva tiene poca visibilidad). Y cada uno podría empezar a preparar sus argumentos para convencer a más gente durante el período constituyente de la bondad de sus propuestas(*).

Aquí dejo el tema. Yo no voy a moverlo, ya que vivo fuera de España; y no tengo ningún derecho a pedir a nadie que haga lo que yo mismo no estoy dispuesto a hacer. Pero sería bonito.

(*) aquí es donde se rompe el cántaro de la lechera del sueño regeneracionista: a fin de cuentas, para regenerar España habría que regenerar a los españoles; pero no perdamos la esperanza de que fuéramos capaces, tras tantas penurias, de haber aprendido algo. Para que luego digan que no soy optimista.